Tuesday, July 21, 2009

La era de fingir

Esta es la era de fingir. Y aunque fingir siempre ha estado ligado a la vida cotidiana humana, el mundo se cansó de sólo fingir las cosas usuales: una enfermedad para faltar a la escuela; tosemos, lloramos y nos quejamos. Es enfermedad con todo el teatro incluido. Fingimos el agrado de un traje de tu amiga. “Te queda super bien cómpratelo”. Fingimos mucho trabajo, cuando la verdad es poco trabajo que toma mucho tiempo con los recesos de ocio incluidos. En fin, cosas usuales. Mentiritas blancas.

Pero las mentiritas blancas se quedaron cortas. Ya no son suficientes. Por eso, es la era de fingir, fingir más, fingir elaboradamente, fingir y pensar que nadie se dará cuenta. Y entonces si alguien sí “logra” darse cuenta –digo logra como si fuera el reto de la vida darse cuenta- es un criticón que le busca la 5ta pata al gato.

Y lo tengo que decir, no es criticar, no es escarbar verdades innecesarias. Es sólo darse cuenta de algo y tener algo que decir. Porque fingir como está de moda fingir ahora, no es ni discreto ni necesario.

Y todo el mundo finge.

-Dos padres de baja estatura, fingen que hay un problema hormonal con su hijo, como si fuera asunto ridículo, que la genética que le pasaron al chiquillo no era suficiente para que el mismo fuera alto.

-Los niños flacos fingen ser fuertes después de tomarse cuanto batido y cuanta vitamina haya en el mundo antes de ir al gimnasio.

-Los hombres mayores fingen que todavía pueden tener relaciones sexuales, solo porque compraron una pastillita azul.

-Las mujeres mayores y, muchas veces ni siquiera tan mayores, fingen ser jóvenes, fingen que la edad a ellas no les pasa por encima, alegando que no fue el bisturí sino su buena complexión, la autora de el libro: “Una cara sin arrugas”.

-Las mujeres delgadas fingen que la silicona o un push-up no son los cimientos detrás de la piel abultada que rellena una copa C o D.

-Las mujeres robustas, hijas de mujeres robustas, nietas de mujeres robustas, o esas que no pueden parar de comer, fingen que son flacas al someterse a dietas matadoras, al encariñarse con el dedo índice muy atrás en la garganta, al amarrarse el estómago o al recortar, pegar y botar y la grasita detrás del consultorio del cirujano.

-Algunos presidentes fingen que no quieren petróleo, fingen que no se juran los reyes del mundo y lo ocultan detrás de una campaña de democracia con un buen lema de “support our troops”.

-Las personas fingen amarse para no sentirse solos, para no verse solos. Fingen fidelidad detrás de una llamada cariñosa que compensaría el puesto vacío en la mesa de cena, si su presencia se encontrara en cualquier otro lugar menos que en la cama de un hotel, con los labios puestos en cualquier otro lugar, menos que en los de alguien a quien no le prometió nada hasta que la muerte los separe.

-Fingimos que fingir está bien. Que está bien operarse, envenenarse (con medicinas o vitaminas), morirse de hambre, buscar compañía. Fingimos que está bien, alegando que es buscar algo mejor, aunque sabemos que las cosas mejores son reales y se consiguen con esfuerzo digno (como correr mucho para adelgazar jeje).

Todos fingimos. Nos engañamos y para compensar nuestras vidas agotadas de verdad, las emparchamos con soluciones alternas. Soluciones externas que intentan copiar una imagen pre-diseñada de la cultura pop, que usamos como referencia para fijar nuestros estándares de lo que es normal. Y después nos cansamos de nuestra propia falsedades y paradójicamente nos refugiamos en la televisión.

Nos refugiamos y vamos en búsqueda de una imagen real. De un sentimiento real. Queremos ver lágrimas, risas, romance, peleas, caras que perciben sonidos, sabores, olores. Y por eso están de moda los reality shows. Todo es reality show. The real world, America`s Next Top Model, Top Chef, American Inventor, The real desperate housewives from OC, etc. Esta es la era de fingir y consolarnos con un reality show, que de real no tiene ni mucho.

Pero no podemos echarle la culpa a la cultura pop ni a la televisión. Porque no es de buscar culpa. Es de saber que no hay nada malo con no fingir. Y el no fingir no debe ser la razón de nuestros pesares. Porque no ser alto, o bajo, tener el pie, grande o chico, agradable para vista, fulo o castaño, plana o voluptuosa, no tiene nada de malo. No ser una imagen de portada no tiene nada de malo. Atormentarse por no serlo, sí. Atormentarse y luego fingir, sí. Atormentarse, fingir y pretender que nadie se dará cuenta, sí.

No comments:

Post a Comment